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¿HOY O MAÑANA?

Si hoy me llegare a morir,como puede suceder,mañana el hoy será ayeren que acabé de vivir.Pues si esto llego a sentirinfaliblemente cierto,¿cómo peco, cuando adviertoel vivir tan fugitivo,que mañana el hoy de un vivopuede ser ayer de un muerto?

Si en pecado ayer muriera,me hubiera ayer condenado,y de tan terrible estadohoy librarme no pudiera.Que hoy en mi pecado muera,ya que ayer no sucedió,puede ser. Pues, ¿cómo yono lloro mis culpas tierno,si hoy me libro del Infiernoy quizá mañana no?1

Estas «Décimas al desengaño de la vida» se desprenden de la pluma del doctor Isidro de Sariñana en el lejano siglo diecisiete durante el virreinato de la Nueva España. En ellas el ilustre poeta juega con nuestro concepto del tiempo, y desde ese marco cronológico emite con claridad meridiana verdades profundas. Tal vez no haya sido el primero en enunciarlo, pero no por eso deja de ser cierto: Hoy llega a ser el ayer del mañana, y la vida es tan efímera que se esfuma sin que haya nadie que pueda impedirlo.

En el Salmo 103 el rey David asevera:
El hombre es como la hierba, sus días florecen como la flor del campo:sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno.2

Y en una carta abierta, el apóstol Santiago exhorta: «Ahora escuchen esto, ustedes que dicen: “Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, haremos negocios y ganaremos dinero.” ¡Y eso que ni siquiera saben qué sucederá mañana! ¿Qué es su vida? Ustedes son como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece.»3

Tiene toda la razón el doctor de Sariñana. ¿Cómo no vamos a arrepentirnos de nuestras culpas hoy, si hoy Dios está presto a perdonarnos, y mañana tal vez no sea más que el ayer en que pudimos habernos salvado de la condenación eterna?

Más vale que dejemos a un lado toda presunción humana, y que clamemos de corazón como lo hace David en el Salmo 39:

Hazme saber, Señor, el límite de mis días, y el tiempo que me queda por vivir; hazme saber lo efímero que soy.Muy breve es la vida que me has dado; ante ti, mis años no son nada.Un soplo nada más es el mortal,un suspiro que se pierde entre las sombras.4

En nuestras propias palabras digámosle a Dios:
Hoy me urge, y no mañana, toda culpa confesarte,y recibir de tu parte el perdón y el alma sana.

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